Para entrar en la historia deberías cerrar los ojos, y seguir un rayo de luna. En este bosque oscuro, a medida que nos vayamos habituando al vacío, empezarán a aparecer los personajes de una historia libresca. Es el momento de escuchar; de abrir los ojos y mantenerlos bien abiertos, sorprenderse, dudar, creer y emocionarse. Entonces oirás un disparo, y tú, que has crecido solo en medio de la nieve, huirás en tu caballo, perseguido por un puñado de forajidos. Pero la aventura no ha hecho más que comenzar, y es posible que a poco que te detengas, veas el fulgor rojizo de una antorcha, y una voz truculenta con aliento de aguardiente te grite: «Muchacho, nadie te mete prisa. Estudia tu rumbo».
¡Cuánto darías por creer en las hadas! Sin embargo, hace frío y solo tienes una cerilla para calentarte. La enciendes. Esperas que la llama se haga tan grande como el ojo de un calamar gigante. Y sonríes. Indomable. Algo te dice que esto no va en serio, que es solo un truco, una ilusión de palabras y bellas imágenes. Pasas la página, y sabes que este viaje no tiene fin, que ya estás atrapado en el relato, y entonces recitas en voz baja las palabras de la hermosa vendedora de fruta: «Me siento insegura, aunque sin miedo. Quiero ser valiente y distinta. Estoy llena de esperanza».
¡Felices lecturas, felices fiestas!
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