23 de agosto de 2011

Entrevista con Nikolaus Heidelbach

















Tu formación profesional es de filología alemana y teoría e historia del arte y del teatro. ¿De qué manera aporta esta formación a la manera que pintas y que cuentas historias?
Es una pregunta difícil. Mira, soy hijo de un pintor, Karl Heidelbach, y él siempre me decía: no estudies pintura, vive como un artista, no pintes solamente. ¿Entiendes? Si quieres ser un pintor, un ilustrador, trata de trabajar, estudia otras cosas que aporten a tu trabajo. El dibujo lo puedes aprender tú mismo. Por supuesto que sé mucho de historia del arte y eso está en mi cabeza cuando dibujo, pero no es un elemento vital, no se necesita saber historia del arte para dibujar.

¿Por qué?
Tiene que ver con ser inocente. Sentarse y decir: soy el primer dibujante. Si pienso que soy la primera persona, puedo decir: “voy a dibujar una niñita”. Yo sé que cuatro millones de personas en el mundo ya han dibujado una niñita (eso puede ser un poco desalentador).  Pero ¿cuántas de esas personas han dibujado a una niñita metiéndose el dedo en la nariz? Tiene que ver con la confianza en uno mismo, con el hecho de saber que yo veo algo diferente, algo nuevo en lo que dibujo.
Por ejemplo, si veo en una pintura de Goya, una niñita con un vestido rojo, y que tiene un pajarito amarrado a una cuerda. Eso es muy interesante. Y ahí puedes ver qué son capaces de hacer los niños. Algo que está entre la crueldad y el juego. ¿Conoces el libro ¿Qué hacen las niñas?? Ahí puedes ver un ejemplo: hay una niña casándose en secreto. Lo que yo puedo hacer es poner “detalles”. (Toma el libro y me señala).













¿Ves esta mesa, con libros, al lado de la manilla de la puerta? La puerta, no se puede abrir. ¿Ves la grabadora? Está funcionando. Y el cura que la está casando es un escarabajo. Es una escena real, pero es fantástica. Este escarabajo no es de juguete, porque está parado sobre sus patas oficiando como sacerdote. Pero un escarabajo no lo puede hacer, y aquí está la fantasía. Ahí está lo distinto y la confianza en que estoy aportando algo, con la mirada nueva, con la expresión de algo nuevo.

Ayer estuve en el museo Wallraf-Richartz de Colonia y vi muchas pinturas como esta, por ejemplo, que me recordaron a tus dibujos (le muestro una pintura de Durero). Esto fue hecho alrededor del 1500, ¿qué me puedes decir de esto?


















Heidelbach se echa para atrás en su silla, con sus brazos detrás de la cabeza, y me dice:

¡Esto es con lo que he vivido!, ¡con esto! Vivo en Colonia desde 1965. Mi padre, como te conté, era pintor. (Me lleva a otra habitación donde me muestra los cuadros de su padre). ¿Ves? Si te crías con esto alrededor, si ves esto desde pequeño, va penetrando en ti… es fascinante. Lo más importante para mí es la expresión. Pero no la expresión en la pincelada (como los artistas de comienzos del siglo XX), sino la expresión en los ojos. Cómo mira ese niño aquel lugar. Si hay tres personas en una habitación, cómo interactúan. Cómo miran… La expresión en un dibujo es lo fundamental. Por ejemplo, mira (me indica una de las ilustraciones del libro ¿Qué hacen las niñas?), ella es muy valiente. Mira donde está y qué está haciendo… ella cierra sus ojos. Le está caminando una babosa sobre el rostro, es una sensación muy pegajosa y medio asquerosilla…














En una entrevista publicada en internet mencionaste la crueldad como parte de la infancia. ¿Me puedes contar más sobre ese tema?

En general, no creo que la infancia sea un período de la vida completamente diferente. Es diferente, no hay duda, pero no es tan distinto como para que no podamos volver, de alguna manera, a ese estado. No podemos volver a ser niños nunca más. Eso del niño dentro de ti… no lo creo. Pero yo sí creo que uno puede recordar cómo era cuándo era niño o niña.
Lo que quiero decir es que no hago mayores diferencias en mi trato hacia niños y hacia adultos. Me gusta tomar a los niños seriamente. Creo que los niños tienen derecho a leer historias serias: pueden ser divertidas, trágicas, dramáticas, pero han de ser serias. Y esto es distinto a lo que proponen un montón de escritores antiguos y contemporáneos que escriben libros para niños y no los toman en serio. Creen que tienen que ser simples, que tienen que ayudar a los niños cada vez que algo empieza a ponerse crítico. Yo pienso que no es así.
Hay una frase que dije hace veinticinco años: “Quiero ver un solo dibujo frente al cual un niño diga «No entiendo»”. Aún no he visto ese dibujo. Si vas a un museo, los niños miran y preguntan. No hay necesidad de dibujos especiales. Puedes hacer los mismos dibujos para los niños que para los adultos. Solo con dos excepciones: la ironía y la sátira. No hay público para eso en los niños. Por lo tanto, no hay cosas que no puedas hablar con niños. Si le hablas a un adulto sobre Auschwitz, resulta difícil. Y es difícil también para un niño. Pero tienes que buscar la manera. Si hay una historia sobre Auschwitz, tienes que pensar cómo hacerla; es un desafío, pero tanto para los niños como para los adultos.
Mi libro Reina Gisela trata sobre la guerra, pero eso está en las imágenes de la historia. Si debo hablar de violencia, debo encontrar la forma de mostrarla. En el texto, en el dibujo, en una mezcla entre los dos. No creo que el tema deba ser lo principal: hay libros sobre padres, sobre abuelos… pero no me interesan. Me gustan las historias en las que los abuelos o los padres, sean parte de la misma. O donde los discapacitados, las armas o el amor, por ejemplo, sean parte de las misma; que se cuente. Si me dices que Reina Gisella es una historia de un reinado, sí, lo es; pero lo más importante es que es la historia de una niña. Y para ser más exacto, es la historia de dos niñas. Muchos críticos de literatura infantil han dicho que es la historia de una niña que se convierte en otra. ¡No! ¡Son dos niñas! A todo esto, la crítica de literatura infantil rara vez es buena…

















¿Cómo ha cambiado la manera en que trabajabas hace veinticinco años y cómo lo haces ahora?

Lo principal es lo mismo, igual que treinta años atrás. La técnica… he aprendido mucho de pintura. Si recuerdas lo de la expresión, y pienso en el libro Prinz Alfred (Beltz & Gelberg, 1983), creo que es lo mismo, no podría pintar mejor la expresión de ese niño. Sin embargo, con las técnicas que he aprendido, hay escenas que hace treinta años no sabía hacer. Lo principal lo sigo haciendo igual, la expresión la haría exactamente igual. Hay menos errores, distorsiones, pero la misma solución. Haría esta niña sacándose los calcetines de la misma manera. Mira estas impresiones de un nuevo libro que está por salir. Mira esto… no es tan tan diferente de que hacía treinta años atrás, hay técnicas nuevas pero, ¡lo primordial sigue igual!

¿Tus formatos son grandes?

No necesariamente. Depende. Algunos son pequeños, otros algo más grandes, pero nunca gigantes. Estoy un poco orgulloso de eso, porque no necesito mucho espacio para ilustrar… todo en pequeño.

¿Recomendarías clases, escuelas, talleres?

Es difícil. Practicar, dibujar, dibujar… y encontrar alguien que te ayude, que te diga cosas. Es difícil para mí. Mi caso —de cómo me convertí en ilustrador— es muy singular. A los catorce años decidí ser un artista y luego me di cuenta de que ser un artista como Caravaggio o Durero iba a ser imposible; no tenía el talento ni las habilidades. Entonces decidí contar historias… y así fue. Comencé escribiendo pequeñas historias y dibujándolas. Y para poder seguir con esto, traté siempre de mejorar mis posibilidades como pintor. ¿Cómo pinto una cocina? Mira, la solución es simple: una pared, una ventana… es simple. Pero pienso que es encantador. Si quieres dibujar un niño en una habitación bastan una pared, una mesa, una serie de elementos; pero no sé si todo eso es necesario para crear la atmósfera y el escenario.

Es decir, la selección de los elementos que componen una escena no es tan obvia.

Exacto. He recorrido un largo camino hasta ahora, pero no creo que pueda decirles a otros cómo hacerlo. Lo que sé, es que pinto todos los días. Si quieres aprender (y no eres un genio) tienes que hacerlo todos los días, yo lo hago desde hace cuarenta años.

Entrevista publicada originalmente en Imaginaria el 9/8/2011.
http://www.imaginaria.com.ar/2011/08/nikolaus-heidelbach/

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